
Siguiendo con autores estelares, hoy toca repasar a aquellos otros (curiosamente suelen coincidir con los plecados) que envían Biblias en formato Microsoft Word. ¿Biblias? Sí, Biblias. ¿Por qué? Porque su texto suele ir acompañado de una advertencia del editor-jefe: “A éste no se le puede tocar nada”.
“¡Pues qué bien! Esto va a ser facilito… ¡Menos trabajo para mí!”. El problema, como antes adelantaba, es que estos escritores suelen ser aquellos plecados que hablan de asuntos paranormales, con escaso hilo argumental y menor rigor informativo. Eso sí, en algunos casos su propia narración introduce que la cosa será complicada. “La crónica terrorista de este año no es fácil”, decía uno recientemente. Desde luego, el editor que tuvo que enfrentarse a ese texto puede corroborar que esa advertencia era totalmente cierta: la crónica era terrorista, y entender lo que ese tipo había escrito no era nada, pero que nada fácil. Pero tú no lo puedes tocar, así que tragas saliva, gritas con todas tus fuerzas (pero hacia adentro, para que nadie te oiga) y haces la vista gorda. Y sigues.
Y, de repente, piensas: “pues no se le podrá tocar… pero yo pensaba que ‘relijión’ se escribe con ‘g’ y ‘boluminoso’ con ‘v’. Después de tres erratas, piensas: “Que le den mucho por el culo, este tío es un asno y no sabe escribir, así que dudo mucho que pueda recordar cómo era su texto original”. Y se lo cambias todo de arriba abajo, aportando un poco de coherencia narrativa, disimulando las inmensas lagunas e incongruencias, experimentando un placer semiorgásmico y sintiendo unos deseos irreprimibles de quitar la firma –y sobre todo la pleca- de un tipo que no merece que un texto de tamaña calidad vaya acompañado de su rúbrica.
Al parecer, algunos editores no han logrado reprimir este deseo y han ejecutado firma y pleca por no ejecutar al ‘autor’.
Imagen: Parábola del “texto que no se puede tocar”; le pones una florecita y un lacito y se lo envías al editor para que se lo coma con patatas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario